Los integrantes de la excursión, no fallaron con la puntualidad, y a la hora citada, el autobús, conducido por José Antonio, ponía rumbo a nuestro primer destino; el precioso pueblo de Marvao.
Cuanto más nos acercábamos a este bello pueblo, nos dábamos cuenta de que el día elegido no había sido el más idóneo. Sobre las 11:00 horas (siempre hora española), habíamos llegado al pueblo amurallado citado, y nos disponíamos a visitarlo.
Las calles estaban solitarias, y la niebla hacía imposible captar una diapositiva interesante, a sabiendas de que nos encontrábamos a 860 m. de altitud. Aún así y todo, nos introdujimos en sus calles fortificadas, para aprovechar al máximo la estancia en tan bonito lugar.
Y así fue, todos queríamos disfrutar de ese día, no queríamos que la inoportuna niebla nos estropeara el día. Subimos sus empinadas calles, hasta llegar al castillo, su fortaleza. Dentro de ella, quisimos subir aún más… vamos, que el propio frío no pudo con este fantástico grupo lleno de energía y positivismo. Así estábamos seguros, de que el día no defraudaría.
Tras una hora super ajetreada, volvimos al autocar, donde nos esperaba José Antonio, ya que habíamos quedado a las 12:00 horas, para ir dirección al Parque Natural del Tajo Internacional. Tocaba ahora ir dirección a Cedillo, pueblo en el que está situado el embarcadero.
El día estaba mejorando conforme pasaban los minutos. Ahora la niebla desaparecía y asomaba un sol radiante, que hizo que tuviéramos que despojarnos de alguna prenda que ahora estaba de más.
A las 13:20 horas llegamos al pueblo mencionado e hicimos parada para refrescarnos y descansar un poco de tanto ajetreo. Rondando las 14:00 horas, marchamos hacia el embarcadero, donde antes de embarcar, íbamos a comer en grupo.
Tras la alimentación necesaria, a las 15:30 estaba programado el crucero por el río Tajo, y como no podía ser de otra forma, la tripulación del barco hizo aparición a la hora acordada, y pudimos seguir la puntualidad que marcaba el diario de abordo.
Los pequeños disfrutaban, estaban inquietos, los padres igualmente. Y nosotros como partícipes de todo ello, estábamos orgullosos de que todo estuviera saliendo como anillo al dedo.
A las 15:30 horas mencionada, el barco empezó a surcar las aguas del rio, dejando a la derecha nuestro país, y a la izquierda el país vecino, que anteriormente habíamos visitado. Es decir, estábamos surcando en la misma raya entre España y Portugal.
Una de sus tripulantes nos dio información sobre la temática del crucero; dónde estábamos situados, la fauna terrestre, los peces de la zona, la vegetación, etc.
Anteriormente, nuestra Vicepresidenta nos informó de cómo actuar en caso de emergencia, ilustrando de forma muy positiva, la colocación de los chalecos y flotadores. Gracias a Dios, no hizo falta la utilización de los mismos, ya que tanto el Capitán del barco como los tripulantes eran responsables de todas las actuaciones (uno al timón; y los demás con ellos mismos y con sus respectivos hijos).
Las vistas eran impresionantes, el paseo fabuloso… los buitres, las cigüeñas negras, el martin pescador…Y para el grupo hubo un momento especial; aquel en el que el Capitán del barco, al entrar en la zona de desembocadura de un arroyo, nos pidió silencio total para no contaminar acústicamente la naturaleza, y así poder sentir ésta de verdad. Y así fue. Silencio absoluto de padres, hijos… de todo el mundo. ¡¡¡ y qué maravilla!!!! Poder sentir lo que pocas veces podemos sentir, fuera de bullicio de la ciudad, la NATURALEZA (con mayúsculas) en estado puro. Todo en una palabra IMPRESIONANTE.
Tras esta maravillosa experiencia, el ayudante del Capitán nos había preparado una pequeña degustación de queso de cabra de la región, junto con aceite extremeña, también. Todo a pedir de boca. Nuestro comportamiento con los tres tripulantes del barco, fue sensacional, pero recibimos lo mismo a cambio, ya que quedamos encantados con la amabilidad y el detalle con el que nos trataron. Recomendaremos esta experiencia, para una futura escapada de algunos de nuestros allegados.
Que pena, todo había acabado. A las 18:00 horas, llegábamos todos comentando la experiencia los unos a los otros al autobús. Tocaba volver, sin antes hacer una parada en Alburquerque, un pueblo de nuestra provincia, situado a 44 Km. de Badajoz y situado a 500 m. de altitud.
A las 19:00 horas, llegábamos a la citada población, y decidimos que pasaríamos allí una hora. Pero los cuerpos no estaban para otra cosa, que para sentarse en los veladores y terminar la tarde de la mejor manera, refrescándonos con un refresquito, y hubo quién optó por degustar las riquísimas torrijas caseras de la dulcería de la plaza. Estábamos rendidos, el tiempo había acompañado, y no habíamos escatimado en esfuerzo.
Pero todo fue bien hasta ese momento. La puntualidad se convirtió en lo contrario. Cuando llegamos al bus, todos en grupo, eran las 20:30 horas. Habíamos sido unos impuntuales. Pero nuestro amigo José Antonio lo pasó por alto, y comenzamos a liquidar kilómetros en la carretera. Kilómetros que para algunos se hicieron cortísimos, ya que había quien en todo viaje se mareaba, y éste había sido una excepción. La verdad es que el autobús estaba en buenas manos, y la conducción fue la correcta. Así se lo hicimos saber al chofer, agradeciendo su labor durante todo el día.
Está claro que esta fue la primera…. pero también sabemos de cierto, que no será la última salida. Recibimos felicitaciones de los asistentes, y eso nos hace pensar que las cosas se están haciendo bien.
Gracias a todos por confiar en nosotros, pero pensad que nosotros funcionamos gracias y para ti.
Un saludo.
La Directiva de AMPA EVG