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Despedida a la comunidad jesuita, gracias por tanto bien recibido

Reunirnos en la capilla de nuestro Colegio San José para acompañar a los seis jesuitas que forman la comunidad de este último año tiene para nosotros un sentimiento agridulce. Conscientes de que llegamos a un punto de inflexión en la historia de nuestro Colegio, queremos decir un “hasta luego” a estos compañeros de viaje cuya presencia física y espiritual aporta sentido a nuestro vivir ignaciano.

Celebramos los 500 años de la conversión de San Ignacio y el dolor de aquella herida nos muestra hoy una hermosa cicatriz en la que nos sentimos unidos porque en él somos amigos de Jesús. Con esa esperanza afrontamos esta sensación de tristeza al llegar a este momento, pero somos conscientes de que la Compañía y la Iglesia nos necesita, como nos recordaba el Arzobispo de Mérida-Badajoz, D. Celso Morga, para seguir trabajando y siendo ejemplo de vida cristiana, tenemos que seguir sembrando desde aquí, desde nuestro Colegio, y tenemos que hacerlo con perseverancia a pesar de los aires que nos traigan los tiempos.

Casi una veintena de concelebrantes le acompañaron en la cita, entre los que estaba el Provincial de la Compañía de Jesús, P. Antonio España SJ, quien incidió en la situación que ha llevado a tomar esta decisión. “Tras todos estos dones que vienen de “arriba” en último término, hoy nos recuerda a los jesuitas que no tenemos fuerza para todo y que todo no depende de nosotros, que somos una Compañía limitada. Como dice Pablo a los Romanos (14,8): “Si vivimos, vivimos para el Señor, y si morimos, morimos para el Señor. Tanto en la vida como en la muerte pertenecemos al Señor». Viviendo en crecimiento o decrecimiento, somos del Señor. Nuestra vida cristiana no se posee a sí misma. La vida de los jesuitas tampoco. Somos aliento del Espíritu, empuje hacia el futuro, mirada que traspasa todo lo que vemos de forma inmediata. No podemos hacernos propietarios de un don que se nos dio sino ponerlo en manos de Dios, como hemos tenido que hacer tantas veces, como hemos tenido que vivir recientemente durante la pandemia que nos sigue azotando tan cruelmente segando vidas humanas en Extremadura y en todo el mundo”.

Pedro Armada SJ, Rafael Torcal SJ, Jaime de Peñaranda SJ, Antonio Cruz SJ y los hermanos jesuitas, hijos de Villafranca, Pepe Díaz SJ y Diego Díaz SJ, recibieron el cariño de sus familias, de la comunidad educativa representada por trabajadores, empleados jubilados y de representantes de las otras tres comunidades religiosas de Villafranca, de la Iglesia local con sus párrocos y la diocesana con el Arzobispo y varios vicarios, y de la Compañía de Jesús tanto en Extremadura como en Andalucía, con Quique Gómez-Puig SJ o Francisco Cuartero SJ, entre otros.

Por encima del adiós resonó fuerte el gracias que es el sentimiento que vivimos estos días, unidos en oración, y mucho más aún el hasta luego que también apuntó el P. España SJ. “No poder mantener una comunidad en Villafranca y decidir ponderadamente dónde ayudar más es una medida difícil. Cambiar de rumbo nos lleva a una despedida. Ahora bien, todo adiós, toda marcha, todo traslado es siempre temporal porque no sabemos lo que Dios nos depara en el futuro. Y Dios escribe siempre con renglones torcidos”.

Si quieres volver a ver la Eucaristía, que fue retransmitida en directo por los medios de comunicación municipales de Villafranca de los Barros, puedes pinchar AQUÍ.

Gabinete de Comunicación.

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