La expedición de nuestro Colegio San José Villafranca que participó en la experiencia intercolegial en Loyola hace unas semanas comparte su valoración de lo vivido:
Otro año más los alumnos de primero de bachillerato hemos tenido la oportunidad de participar en el retiro de Loyola, Azpeitia. Fuimos un grupo de nueve alumnos y allí coincidimos con grupos de diferentes colegios, Padre Piquer (Madrid), Cristo Rey y San José (Valladolid), Santa María del Mar (A Coruña) y San Ignacio (Oviedo). No nos conocíamos de nada, pero poco a poco fuimos abriéndonos unos a otros y enseguida conectamos. Cada uno iba con un sueño diferente. El nuestro por suerte se cumplió.
Estos días comprobamos que nuestra vida no es tan diferente a la de San Ignacio, todos hemos tenido algún o algunos cañonazos, ¿no? Hemos tenido tiempo para conocernos mejor a nosotros mismos y a los demás, recapacitar, recordar y, lo más importante, encontrarnos con Jesús. Es una experiencia que te hace crecer como persona y darte cuenta de la realidad y que hay que saber ver a Dios en ellas. También nos ha enseñado a darnos cuenta de las realidades que hay en el mundo y que muchas veces pasamos por alto. Sin ninguna duda nos ha dejado una huella para toda la vida. De aquí nos llevamos un aprendizaje increíble.
Solo nos queda agradecer su labor a todos los que guiaron esta experiencia, jesuitas, novicios, … Mientras que escribimos, nos acordamos de los momentos vividos con todos los compañeros, de los colegios mencionados anteriormente, porque sin cada uno de ellos, los sueños que teníamos al llegar a Loyola no se habrían cumplido. Por último, gracias a nuestro Colegio y en especial a D. Andrés que nos acompañó estos días. No queremos contar mucho, ya que cada persona lo vive de manera diferente. Solo animar a nuestros compañeros para que, si tienen la oportunidad de ir, no se lo piensen. Merece mucho la pena.
Ángela Jiménez y Patricia Parra, alumnas de 1º de Bachillerato.
Al término del curso académico siempre resulta oportuno encontrar un espacio de silencio para evaluar lo vivido y, sobre todo, para hacer memoria agradecida. Agradeciendo, especialmente, las amistades en el Señor que en el curso se han ido fraguando. Los días que hemos vivido en Loyola han sido una oportunidad idílica para ello: para evaluar, para agradecer, para orar…
Acercarnos al origen de la espiritualidad ignaciana y adentrarnos en el corazón del Ignacio peregrino ha sido una experiencia que, a buen seguro, los jóvenes participantes no olvidarán. Después de un año en el que nos hemos atrevido a ver nuevas todas las cosas en Cristo y, tras haber celebrado el Ignatius500, ponemos fin al curso con la certeza de sentirnos llamados a participar activamente en la construcción del Reino de Dios y a la búsqueda de su justicia; sabiéndonos frágiles, pero entusiasmados.
Lanzo desde estas líneas mi agradecimiento a todo el equipo organizador que ha hecho posible la experiencia, así como a todos los jóvenes que han participado. Muy especialmente a nuestros nueve alumnos: Jesús, Agustín, Ángela, Patricia, Diego, Lucía, Marcos, Diego y Elena. ¡Gracias por todo!
Andrés Esperilla, tutor 1º Bachillerato y guía.