VIVIR POR AMOR. De Dios para los demás.
De nuevo, en este curso, llegamos al final del ciclo de seis años, en el que vamos trabajando algunas de las claves de nuestra espiritualidad ignaciana aplicada a nuestros colegios. En esta ocasión nos centraremos en la importancia que tiene el amor en nuestras vidas, en nuestro proyecto educativo.
Vivir por AMOR. De Dios para los demás. Vivir por amor, no pretende ser un lema de palabras bonitas. Nos gustaría que fuera una invitación radical en medio de un mundo muy necesitado del AMOR de Dios.
En ocasiones, en nuestro quehacer diario, nos resulta difícil ser conscientes de que Dios ha estado, está y estará en nuestra vida. Que su amor nos ha acompañado desde nuestra niñez, que ha estado en nuestros momentos de dudas y de celebración. Que su amor está en ese alumno brillante, o en el que nos reta, que está en nuestro equipo de tutores, que está en el compañero de mantenimiento. En la familia que nos llama en numerosas ocasiones para quejarse, o en aquella que nos regala bombones por Navidad. El Amor de Dios habita en los monitores de comedor y su trabajo, en el equipo directivo, incluso en las programaciones que la nueva ley educativa nos propone hacer, sí, también ahí. Encontramos su amor en nuestra realidad diaria, en cómo vivimos la amistad, la pareja, la soledad, nuestros horizontes, los sueños y deseos. Porque Dios, que es amor, impregna todo nuestro mundo, toda nuestra vida, toda nuestra historia, de una experiencia contracultural. Son “lugares” posibles de transparentar a Dios, de encuentro con Él.