Jesús actuaba de forma libre, sencilla, alegre, decidida y desinteresada, pero sus gestos, sus palabras, sus respuestas siempre tenían un objetivo: ayudar y servir a Dios y a los demás. Y lo buscaba libremente para actuar de ese modo. Ese es su mensaje: la verdad de Cristo, el amor de Dios; el mismo que espera respuesta de ti, pero no cualquier respuesta.
Ignacio de Loyola, tras mucho camino y búsqueda, encontró en su proceso una respuesta fundamental que lo convirtió libremente en servidor y seguidor de Cristo: hagas lo hagas, digas lo que digas, sientas lo que sientas, en todo amar y servir.
Jesús nos enseñó cuál debe ser nuestra respuesta: los más débiles, los más desfavorecidos, los más vulnerables. El mundo necesita y espera tu respuesta. Acompáñalos allá donde estén, mánchate, cánsate, esfuérzate por ellos. Sé libre para encontrar tu lugar allí dónde haces más falta. No busques tu propio interés, sino guíate por el amor. Encuentra tu talento, tus dones y virtudes, tus habilidades y ponlo al servicio de los demás. Es la vocación cristiana. Es la vocación de Dios. De nada sirve amar a Dios si no sirves y amas a los demás.